¿Se puede detener el avance tecnológico? ¿Somos capaces de colocar un semáforo en rojo para parar el tsunami que se nos viene encima sobre las nuevas propuestas de movilidad y las exigencias en la agenda mundial sobre contaminación (reducción de la huella de carbono, eliminación de vehículos con motor de combustión…)? La respuesta, a mi parecer, es que no. Pero esa nueva tecnología, si produce daños en nuestro entorno, en nuestros hogares, al medio ambiente y tiene un impacto directo en nuestra cotidianidad, ¿debe continuar utilizándose? Pues esto es lo que pasa, desde hace ya unos cuantos años (y va en aumento) con los dispositivos que utilizan baterías de litio.
De baterías de litio hay de diversa índole, así como dispositivos que las utilizan (móviles, ordenadores portátiles, tabletas, patinetes, bicicletas, cigarrillos electrónicos, coches… e incluso sobres dedicados a felicitar un cumpleaños u otro acontecimiento). En nuestro día a día, estamos rodeados de esta tecnología, pero últimamente, se vienen dando incendios con consecuencias muy graves, ya no tan sólo en elementos materiales, sino también se ha llevado vidas por delante.
Según los bomberos de Nueva York (FDNY), en 2022 hubo 216 incendios provocados por baterías de bicicletas eléctricas, los cuales acabaron con 146 heridos y 6 muertos. Si lo comparamos con las cifras de 2021, siempre según FDNY, hubo 104 incendios, de los cuales 79 heridos y 1 muerto. No todos los incendios donde hay presencia de dispositivos de litio, tienen que ser forzosamente la causa y el origen del incendio. Pero bien es cierto que, si no se toman ciertas precauciones, estos dispositivos pueden llegar a producir graves, intensos e, incluso, violentos incendios. De hecho, en un incendio de vehículo con baterías de litio, los bomberos llegaron a gastar 23.000 l de agua. Eso da una visión de lo virulento de este tipo de incendios donde se ve involucrada esta nueva tecnología que va en aumento día a día.
Pero si queremos resolver el problema que supone convivir con estos dispositivos, tendremos que entender cómo funcionan. Básicamente, las pilas de litio se conforman de su recipiente en los extremos del cual, se ubican los electrodos, uno positivo y el otro negativo. Dentro de ese recipiente, viene incorporado el electrolito (que acostumbra a ser una solución líquida formada por hidrocarburos y sales de iones de litio, aunque también existen electrolitos de origen sólido) y una membrana separadora que puede estar hecha de material plástico. Esta membrana, que es permeable, permite el flujo de electrones de litio del polo negativo (ánodo) al polo positivo (cátodo) y es así, grosso modo, cómo se carga una batería.
Y entonces, ¿por qué los incendios de baterías de litio son tan violentos? ¿Qué particularidad tienen estos productos? Pues, básicamente, cuando estas baterías se utilizan de forma incorrecta, sufren golpes (ya sean voluntarios o involuntarios), se exponen a temperaturas extremas (frío o calor), padecen envejecimiento, no se siguen las instrucciones del fabricante, padecen cargas y descargas continuamente (se comparte la misma batería con otros usuarios o se fuerza el consumo de esas baterías), no se cuidan bien o, simplemente, puede haber un fallo de fabricación, se puede originar un incendio que viene precedido por una emisión de gases a alta presión y de diversas densidades (más pesados que el aire y que pueden desplazarse a ras de suelo), la aparición de humo tóxico, corrosivo e inflamable y, finalmente, el incendio.
Así pues, a causa de un incendio por baterías de litio, podemos tener a nuestro alrededor gases como el metano, el sulfuro de hidrógeno, el mismo hidrógeno, cloruro de hidrógeno, monóxido de carbono, etileno y un sinfín de otros gases igualmente peligrosos para la vida y el medio ambiente. Y esa exposición súbita en poco tiempo, pero con gran cantidad de partículas contaminantes, puede tener efectos nocivos si estamos cerca y los respiramos inmediatamente. La particularidad de estos incendios es que se producen en interiores y, especialmente, en viviendas y aparcamientos. Eso lo hace especialmente peligroso, dado que este tipo de incendios no se daba años atrás, dado que no existía una globalización tan alta de este tipo de tecnología.
Según el tipo de material con el que esté fabricada la batería, se originaran unos u otros gases. Pero independientemente de eso, lo que genera un riesgo, ya no tan sólo para los usuarios de estos dispositivos, sino también para los bomberos, es la propagación de una pila dañada a otra colindante. En un vehículo de Tesla, por ejemplo, pueden haber almacenadas más de 7.000 pilas unas al lado de las otras. Y apagar un incendio de esas características puede suponer un esfuerzo ingente de profesionales, recursos hídricos y otras particularidades que implica la sofocación de un incendio, dependiendo de dónde se encuentre (interiores o exteriores) y a quién o qué afecte.
Y ante este panorama, las empresas o usuarios, ¿dejaran de utilizar esos dispositivos? Seguramente que no. Por lo tanto, nos encontramos en un momento en qué la investigación de nuevas tecnologías y de la industria de la protección contra incendios tienen un gran reto por delante: hacer más seguros estos dispositivos. ¿Es posible un sistema de extinción automático incorporado en estos dispositivos (vehículos eléctricos, patinetes, bicicletas…)? ¿Se está trabajando en un agente extintor capaz de sofocar este tipo de incendios? ¿Seremos capaces de crear otro tipo de energía limpia que no impacte negativamente en los usuarios?
Hemos visto que los incendios a causa de baterías de litio aumentan en muchas partes del mundo. Hay ciudades como Londres o Barcelona, que ya han prohibido el acceso de patinetes eléctricos en su transporte público. Otra medida que han emprendido algunas navieras es la negativa a transportar coches eléctricos ¿Son medidas que pueden perdurar en el tiempo? Obviamente que no, porque, a parte que la movilidad es un factor inherente al ser humano, la tendencia que van a seguir muchos países es la eliminación de recursos limitados y la sustitución por otros menos contaminantes. Y si la tecnología nos permite movilizarnos más cómoda, eficaz y rápidamente, esa tendencia irá al alza y será imparable.
Por otra parte, nosotros, como usuarios de estos dispositivos, también tenemos el deber de cuidar de ellos, seguir las indicaciones del fabricante y tomar medidas preventivas básicas que puedan aconsejarnos diferentes autoridades o entidades fiables o, simplemente, utilizar el sentido común que, muchas veces, parece que esté ausente en el ser humano.
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