Según el informe anual sobre víctimas en incendios que realizan conjuntamente Mapfre y la Asociación Profesional de Técnicos de Bomberos (APTB), en 2018 hubo 123 víctimas mortales a causa de los incendios y unas 6.500 personas quemadas a causa de estos.
Nos parecerá quizás "pocas" personas, si lo comparamos con las víctimas de accidentes de tráfico del mismo año, 1.180. Pero, al igual que la DGT en España o en el Servei Català de Trànsit en Cataluña, hacen campañas para que los accidentes de tráfico provocan 0 víctimas, lo mismo hay que hacer en el ámbito de los incendios. Una manera de hacerlo, por ejemplo, sería incentivar la instalación de detectores en las viviendas.
Siempre hago hincapié en la formación. La formación es básica para, además de adquirir conceptos claves sobre incendios, lo es también para interiorizar en nuestro subconsciente, conductas adecuadas para llevarlas cuando nos encontramos cara a cara con una emergencia.
Estas conductas se adquieren a través de la formación. Somos nosotros, los técnicos, los responsables de hacer llegar a la comunidad o los que nos esté escuchando, las actuaciones básicas e imprescindibles que debemos optar en caso de emergencia.
En las clases sobre planes de autoprotección, es casi obligatorio explicar las funciones que se les asignan a los responsables en los PAUs. Hay que explicar quién es quién en la organización en emergencias, sus funciones, sus horarios, comentar las instrucciones y sus actuaciones en el conjunto de la organización. Pero no es menos importante, explicó también que es un incendio. Porque realmente, sabemos que es un incendio?
Personalmente, suelo dividir las clases en dos bloques. El primer bloque lo dedico a explicar qué es un incendio. En este bloque entran los conceptos generales como el triángulo de fuego, el punto de inflamación y autoinflamación, la importancia del oxígeno, la importancia de los gases tóxicos e inflamables... Y el segundo bloque, el dedico precisamente a explicar el PAU de esta actividad en concreto.
Un incendio, pues, es simplemente una reacción química de oxidación, la cual emite luz y calor. Lo que llamamos Triángulo del fuego es simplemente la combinación de tres factores para que se produzca un incendio: combustible, oxígeno y una fuente de ignición. Sin uno de estos tres elementos, el incendio se extingue o no puede producirse.
En artículos anteriores, explicaba qué es lo que realmente quema. Y lo que quema son los gases que desprende un combustible (sólido o líquido) cuando éste llega al punto de inflamación, y aparecen los primeros gases. Por lo tanto, queman los gases que desprende este combustible.
Entonces es cuando aparece el humo e invade rápidamente la habitación o cualquier espacio donde se produzca. Una sola silla quemándose, puede llegar a llenar completamente una habitación de humo. Esto puede tardar unos minutos y, entonces, más que nunca es imprescindible saber qué hacer y cómo actuar.
En la cultura de los incendios, hay un fenómeno que se llama blackdraft. El backdraft lo podemos definir como una explosión provocada por la entrada de aire en un recinto que estaba cerrado y con gases a altas temperaturas. Estos gases, han llegado al punto de autoinflamación, lo que significa que, para quemar, no necesitan de ninguna fuente de ignición. Sólo necesitan el aire para quemar.
Pues imaginemos que hay un incendio en un dormitorio o en un una habitación de hospital. ¿Qué hacer? ¿Abriremos la puerta para salvar a quien esté dentro? ¿Qué consecuencias puede tener abrir la puerta de un espacio lleno de humo? O por el contrario, ¿pondremos en riesgo nuestra vida y la de los demás si abrimos esa puerta?
Seguimos imaginando que este espacio se va llenando de humo. El humo, pesa menos que el aire, y siempre tenderá a elevarse hasta el techo para luego ir bajando. Imaginemos que este espacio está cerrado y, pasados unos minutos, desde fuera vemos que sale humo por las rendijas de la puerta. Si sale humo por la rendija de abajo, ¿qué más indicios necesitamos para saber que toda esa habitación está llena de humo?
El humo es un gas. Y los gases están formados por moléculas muy distantes entre sí y que se desplazan a gran velocidad. Más o menos a unos 350 m/s. Estas moléculas, al estar "cerradas" en un recipiente, ya sea una habitación, un armario eléctrico o un contenedor, irán chocando constantemente contra las paredes de estos recipientes. Además, a mayor temperatura tenga el humo, más rápido irán estas moléculas y ejercerán sobre este recipiente lo que llamamos, presión.
Pues bien, tenemos la habitación llena de humo, con gran presión ejercida por las moléculas de este gas y con el humo a altas temperaturas y a punto de autoinflamación. Entonces, si decidimos abrir esta puerta, ¿qué pasará? Simplemente, alimentaremos el incendio a través del oxígeno. ¿Qué quiero decir con esto? Que el humo, que no necesitaba ninguna fuente de ignición, quemará con la entrada de este oxígeno y, además, la diferencia de presión entre el exterior y el interior provocará una deflagración instantánea, a la que llamamos backdraft.
Si retomamos lo que decíamos del triángulo del fuego, el incendio nace por la combinación de tres factores: combustible, oxígeno y fuente de ignición. En casa o en un hospital, debemos actuar rápidamente, ya que puede que tengamos bajo nuestra responsabilidad personas que no se valgan por sus propios medios y que necesiten nuestra ayuda. En estos momentos, la utilización del extintor puede ser contraproducente si no sabemos cómo utilizarlo y nunca hemos recibido formación en extinción de incendios. En mis clases nunca prohíbo su uso, simplemente digo que si aquellas personas se ven capacitadas para utilizarlo, que lo utilicen. Pero siempre desde una posición de seguridad y una vez evacuadas las personas más cercanas al incendio.
Entonces, ¿qué solución nos queda? Difícilmente haremos desaparecer el combustible y, posiblemente, tampoco sabremos utilizar un extintor para sofocar el incendio. Pero hay algo que sí podremos hacer. En la Tierra, el aire está compuesto por un 78% de nitrógeno, un 21% de oxígeno y un 1% de otros gases. Este 21% de es lo que facilita la combustión. Pero por debajo del 16%, el incendio, tiende a autoextinguir a. Entonces, si eliminamos el oxígeno y reducimos su volumen en aire a un 16%, eliminaríamos el incendio, ¿fácil, no? ¿Y como lo conseguimos?
La solución es sencilla y lo puede hacer, desde un niño de 5 años hasta una persona de 100. Como técnicos creo que no podemos obligar a nadie a utilizar un extintor si no se ve capaz de hacerlo. Pero sí podemos exigir a las personas que se encuentran ante un incendio a hacer un gesto que puede salvarles la vida y los de su alrededor: cerrar la puerta del incendio.
Al cerrar la puerta, le sacamos al incendio lo que la alimenta, el oxígeno. Confinado el incendio, nos dará tiempo a organizarnos. Evitaremos respirar el humo, lleno de gases tóxicos e inflamables como el cianuro o el monóxido de carbono y podremos efectuar las llamadas a los cuerpos de emergencia con más serenidad y tranquilidad. Así pues, un simple gesto puede significar salvar la vida o ponerla en peligro.
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